La Edad Media se organiza en torno a la religiosidad, tanto musulmana, como cristiana. Es en esta última donde el arte se expresa con más unidad creativa, debido a sus caracter figurativo (siempre utiliza las figuras de la naturaleza tangible, y a veces las complementa con símbolos), su categoría de "estilo", con distintas líneas (arquitectura, escultura y pintura), y su "peculiar evolución" (románico, gótico y mudejar). Por tanto entenderemos este análisis como una ojeada a las maneras o "estilos" que nos ha dejado el hombre medieval-cristiano en Occidente.
El artista románico inaugura esta nueva visión del mundo desde los siglos X al XII, llevando como bandera su sentido compositivo: en las iglesias y catedrales compone la nueva arquitectura con material de acarreo, con sistemas antes conocidos como el arco de medio punto o las bóvedas, pero con un sentido diferente de organizar los espacios. Los arquitectos educan a sus discípulos, tradicionalmente familiares, a los cuales dejan sus conocimientos sobre ingeniería y materiales. Al estar imbuídos en una sociedad rural y faltos de ámbitos donde compartir ideas, el mundo de los artistas es anónimo para el resto de los mortales, aunque es cierto que se manifiestan círculos aislados de contacto cultural. El caso es que la Iglesia y los Reyes contratan a los artistas o "artesanos" para la tarea de instruir al pueblo con "el reino de los cielos", con los símbolos del cristianismo: la Casa de Dios.
La vida de estos "maestros" (termino con el que se conocían a los creadores de los edificios) era nómada, con estacionamientos largos en los lugares donde les llevara el encargo de la ermita, iglesia o catedral. Estos edificios se edificaban lentamente sobre sus ideas y sobre las manos de oficiales y aprendizes, enrolados en esa aventura por devoción, tradición o sustento.
Los escultores y pintores eran "artesanos" con horas de trabajo y salario, también errantes y sabedores de los caminos europeos. Se organizaban en cuadrillas y creaban estilos distintos, como se aprecia perfectamente en las portadas de Moissac y Vezelay.
Dos ejemplos calves para entender el sabor románico en pintura son el "Pantocrator de Tahull" y la cripta de San Isidoro de León, una uténtica proeza compositiva de religiosidad y vida agraria, con contornos potentes, bandas de color y aspecto hierático de las formas.
Un caso extraordinario fue el del Maestro Mateo, contratado por Fernado II de Aragón, para la ejecución de la Catedral de Santiago de Compostela. Con sensibilidad de arquitecto y escultor, compone una obra de arte que ejerció influencia en su tiempo. Las figuras del "Portico de la Gloria" emanan vida terrena con espíritu divino, punto álgido de belleza medieval y un enorme acierto artístico. La leyenda y las meigas gallegas cuentan que Mateo se atrevió a autoretratarse en el pórtico, eso sí, arrodillado y disculpándose. ("... perdone Dios, pero soy artista..."). El anonimato del artista se disolvía poco a poco.
El artista gótico nace por encargo y por amor a la luz, nueva concepción de Dios en esta segunda fase de la Edad Media. El encargo es hecho por Bernardo de la Claraval y la Órden del Cister a finales del Siglo XII, aunque el fenómeno gótico se expande hasta el Siglo XV. Propugnan un cambio de religiosidad, edificios límpios y puros, llenos de luz. Los artistas aceptaron y crearon, y terminaron con los muros y la oscuridad, y los llenaron de luz y de colores. Para ello ingeniaron el nuevo sistema de contrafuertes, y las vidrieras, hicieron el resto.
La ciudad, nuevo símbolo de "progreso", se llenó de mercados, y estos de campesinos y mercaderes, que terminaron siendo los burgueses. Esta ciudad asentada sobre el terreno se divide en barrios, y los artistas van a ocupar algunos, y se van a organizar en "gremios". Dejarán su vida itinerante y vivirán la urbe, compartiendo aire y calle con los otros ciudadanos artesanos. Los gremios establecerán precios, jornadas laborales, incluso los primigenios "derechos de autor". El desarrollo de múltiples ciudades en distintas partes de Europa desarrollará diversas escuelas, con sus acentos y cadencias. Los arquitectos y escultores estaban cada vez más reconocidos y eran más libres.
"El pórtico de Chartres" enseña figuras novedosas, lánguidas actitudes, formas y rostros más comunicativos, y por tanto, más vivos que nunca.
"La portada de Reims", en cambio, presenta a poderosas imágenes profanas de clara influencia helénica. Los paños y contrapostos ahora eran cristianos.
De todas formas no podemos pensar que la libertad del marco arquitectónico religioso va a suponer la total explosión de personalidades, ya que siempre el artista necesita un pago tras la obra. En arquitectura, escultura y pintura existen ejemplos de obras de arte civil, pero con clara áurea cristiana. El mundo medieval se agota, se transformará en el mundo moderno.
Pero antes, una despedida sublime, dos gotas de agua esquisitas...
La primera es la Mudejar, clara combinación de lo árabe y lo castellano, de lo musulmán y de lo cristiano. Obras de arte cristiana con lenguaje expresivo andalusí dispersas en el espacio (Castilla, León, Aragón) y en el tiempo (Siglos XII al XVI).
La segunda es la Pintura Flamenca, que se convierte en la burbuja más brillante de Europa. Flandes en el Siglo XV manifiesta su alto rango económico y su sensibilidad nórdica a través de artistas como Jean Van Eyck, Roger Van der Weyden o El Bosco. Estos artistas con nombres y apellidos practican con óleo sobre tabla, manejan la perspectiva, llenan de luz uniforme sus cuadros y pintan para la burguesía floreciente y también para la Iglesia protestante. Seguramente debido a la evolución moderna de la sociedad, el arte es entendido como objeto profano y económico, y con ello, el artista alcanzará puestos cada vez más elevados en esta cultura elitista. El detallismo y la simbología que defiende Van Eyck en el "Matrimonio Arnolfini" y un detalle del Políptico del "Jardín de las Delicias", son buena muestra de este adiós a lo medieval.
Desde el Siglo VIII al XV, la Edad Media oscila en los caminos del tiempo del hombre, dejando una huella profunda en la sensibilidad artesana, en la utilización de símbolos, y en la consecución de la luz, mediante la altura y el vano, o mediante los pinceles. Esa huella sigue en nuestras ciudades en forma de monumentos, y dentro de algunos museos, huellas que debemos valorar...